martes, 25 de septiembre de 2012

A Alonso Lujambio:


Aquel primer día que pisé el ITAM, cargando las decenas libros que te obligan a comprar al ingresar, y un montón de sueños, un hombre habría cambiado mi vida para siempre.

Los días en Río Hondo #1 transcurren con frialdad, pero había un aula, el SA1 en mi caso, en la todo era diferente.

Los siguientes 5 meses aprendería a respetar mi profesión, a apasionarme por la lectura, el debate y el café, pero sobre todo, a enamorarme de la Ciencia que me permitiría, al menos en potencia, darle a México lo que desde hacía mucho tiempo había deseado.
Esta historia se repite por decenas y decenas, durante varios años.

Se escribirán muchas reflexiones, jamás suficientes,  sobre las aportaciones que Alonso Lujambio le dió a este país. Pocas de ellas serán justas en algo: lo que ese brillante hombre dejó en las conciencias de los que un día fuimos sus alumnos, es un legado incalculable. Yo solo fui una más, y hoy sé que fui una privilegiada.

Desde esta trinchera del México que ayudaste a construir, me despido de ti, querido Alonso. Te agradezco por contagiarnos con tu entrega. Gracias, en lo personal, por darme el ánimo y la fuerza que un día comenzaba a perder.

Será en tu honor, colega.

Sé que un día nos volveremos a ver. Hasta entonces y hasta siempre.
PF

1 comentario:

  1. QUÉ PENA TAN GRANDE..!! UNA PÈRDIDA QUE NOS DUELE A MUCHOS. TE LLORO ALONSO,PRONTO NOS VEREMOS EN LA SIGUIENTE DIMENSIÓN.

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